jueves, 31 de diciembre de 2009
Las sublimes enseñanzas de la antigua masonería críptica
Por el Q.H. Cuauhtémoc D. Molina García
Logia CONCORDIA No. 1. Xalapa, Veracruz, México.
Gran Logia "Unida Mexicana" AA. LL. y AA
El Rito de York de la Masonería tiene a los grados del Consejo como elementos centrales del simbolismo de la construcción simbólica y filosófica del hombre. Los grados crípticos contienen una belleza sin igual y una significación suprema que alude a los momentos íntimos vividos por Hiram Abif mientras éste se concentraba para realizar sus oraciones acostumbradas en el lugar reservado para ello, y justo cuando aparecen en su vida los célebres compañeros que buscan arrebatarle los secretos del Gremio. Se denominan «crípticos» por escenificarse y aludir a los sucesos ocurridos en la cripta subterránea, debajo del templo del Rey Salomón. El término «críptico» significa secreto, oculto, velado, y corresponde al adepto descubrir su contenido y significado esencial, el cual se representa en la Masonería por medio de la Palabra Sagrada.
La Antigua Masonería Críptica se centra en torno a la historia de la pérdida, recuperación y preservación de la Palabra. En el simbolismo magnífico de nuestra Orden, «la palabra» ocupa un lugar preeminente en la estructura de los grados y en el contenido de sus enseñanzas, pues «la Palabra» constituye el leit motiv del carácter iniciático de la Masonería, pues representa nada más y nada menos que la búsqueda de los propósitos centrales del hombre en la vida, pero también representa la naturaleza de Dios. En este sentido, «la Palabra» no es sino un símbolo que alude a la búsqueda esencial del hombre durante su vida terrenal; la Palabra perdida durante los sucesos narrados en la Logia, recuperada en el Capítulo y preservada en el Consejo, encierra dentro de su simbolismo la esencia misma del secreto de la Orden, secreto que una vez develado solo adquiere significado para aquél que ha sabido encontrarle y valorarle. Nadie, con dos dedos de frente, espera que los secretos de la Orden se reduzcan a significantes fonéticamente pronunciados, pues de otro modo ellos desempeñarían el mismo papel que los “paswords” usados para acceder a los cajeros electrónicos o a nuestras cuentas de correo.
Los trabajos ulteriores de la auténtica Masonería iniciática no pueden realizarse en la Logia, pues nuestro Arquitecto Hiram Abif no evocaba la Palabra en el seno de ésta, sino en la Cripta del Templo, en la B. S., ahí donde acostumbraba realizar sus oraciones en punto del medio día, y por lo mismo únicamente en el seno de ésta es como pueden reencontrarse, pues según los hallazgos narrados en nuestros grados, fue ahí donde la Palabra fue recuperada. La recuperación de la Palabra, referida con los sucesos escénicos que los candidatos emulan por virtud del Ritual, no es sino el reencuentro del hombre consigo mismo, es el acto reflejo de la más profunda introspección, es el hallazgo de su propio Ser, o si se quiere, el encuentro con la convicción de haber reconocido aquéllas cosas por las que realmente vale la pena vivir. Encontrar la Palabra es apreciar el verdadero sentido de la vida, tanto como advertir el más profundo alcance espiritual del significado de Dios. Por el contrario, cuando la Palabra se pierde en realidad no se extravía un fonema, sino todo un significado que trasciende el orden material de las cosas y que cala en lo más profundo del Ser. Perder la Palabra es como perder el lenguaje, es decir, disipar de pronto la magia de los significados y la forma divina de acercarnos a la realidad, de abrazarla y sujetarnos a ella. Perder la Palabra es perder el camino y caer en el caos sin poder recuperar el orden.
Todo este esfuerzo de recuperación, una vez consumada la caída del Hombre representada por el drama sufrido por nuestro Maestro y Arquitecto Hiram Abiff, es un aliento que se conduce por el camino de la iniciación, y ocurre en el seno mismo de la B. S., que no es otra que el regazo mismo de nuestro Ser, y también es nuestro mundo interior subyacente en el plano espiritual de la vida. Por ello, la Antigua Masonería Críptica celebra sus trabajos “en el otro lado”, en el lado púrpura de la espiritualidad más profunda, al pie del IX A., cuando ya el sentido material de la existencia ha sido abandonado y el masón se ha sublimado a las esferas de lo verdaderamente valioso y superior.
De esta suerte, los trabajos del Capítulo de Masones del R. A., se ven coronados majestuosamente por la belleza de forma y contenido de la Antigua Masonería Críptica, la cual finalmente nos enseña que la muerte no es sino el principio de la vida, y que si el primer templo de nuestra vida transitoria se halla en la superficie, tenemos en realidad que descender a la Bóveda de la muerte antes de que podamos encontrar el sagrado asiento de la verdad, asiento representado por nuestro segundo templo, el templo escarlata de la Vida Eterna. Por esta razón el candidato a la Logia debe expresar su fe en Dios y en la vida eterna, es decir, en la Inmortalidad del Alma. Es así como el Rito Críptico “completa el círculo de perfección” planteado por el simbolismo masónico.
II
La acción práctica de la Masonería parte de un principio esencial del humanismo: el hombre, si quiere, puede cambiar para su propio beneficio y para su perfeccionamiento interior y exterior, personal y social. No es él una piedra en bruto o un árbol que crece torcido, y por lo mismo condenado fatalmente a no reemplazar sus malos hábitos, actitudes y desempeños ineficientes. El pensamiento lateral combina perfectamente con el pensamiento racional, y ambos impulsan los hálitos de perfeccionamiento y evolución espiritual mediante el trabajo interior, el aprendizaje permanente, la innovación y la creatividad, el liderazgo y la excelencia humana. De esta suerte, la Masonería enseña, desde la Logia, que “el mundo es como somos nosotros”, y que, por lo tanto, si queremos cambiar el mundo “primero debemos cambiar nosotros”.
Muchos masones no entienden este principio fundamental, y aún así pretenden que la Orden salga a la calle sin estar ellos debidamente preparados para enfrentar, como masones, el mundo social. ¿Qué mensaje profundo, no retórico, podremos llevarle al mundo profano si no acabamos por comprender la esencia verdadera de la Masonería? ¿Qué papel estratégico podremos representar en la sociedad si entre nosotros mismos no somos capaces de mantenernos unidos y juntos y en armonía? ¿Cómo podremos contribuir a ordenar el mundo si nosotros no acabamos por entender a cabalidad las sublimes enseñanzas de la Orden? Hay aquí la necesidad de entender dos principios primordiales: el primero es que la Masonería, en realidad, no tiene otra cosa que hacer más que hacer masones. El segundo principio es que a la Logia no se va a discutir, pues el verdadero trabajo masónico empieza cuando todos estamos de acuerdo en lo que somos y en hacer lo que debemos hacer: formarnos espiritual y moralmente, intelectual y socialmente. El trabajo de la Masonería empieza en el seno de todos y cada uno de nosotros, y de manera lenta, pero eficaz y profunda, se va realizando en la sociedad.
Así, la Masonería busca mejorar la comunidad mejorando al individuo; los Consejos de Masones Crípticos tratan de ofrecer mayores oportunidades a sus miembros para que mejoren sus habilidades de innovación creativa, de liderazgo en sus trabajos y en sus comunidades, para hablar bien en público y para relacionarse exitosamente con sus semejantes. El mensaje de la Antigua Masonería Críptica alienta a sus miembros a ser los mejores líderes en sus barrios, colonias, oficinas, empresas y centros de trabajo; en la comunidad y en general en el seno de sus organizaciones, ya sean éstas deportivas, eclesiales, sindicales o políticas.
El Rito de York nos enseña a expresar públicamente nuestras enseñanzas masónicas con discreción, talento y dignidad. Por ello, sus Logias, Capítulos, Consejos y Comandancias, laboran al lado de otras organizaciones, masónicas y profanas, en el servicio a la comunidad, para demostrar que tales enseñanzas son una forma de vida y que el masón es capaz de trasladar fuera de sus cuatro paredes los principios, los postulados y las enseñanzas de la Antigua Masonería Críptica del Rito de York.
miércoles, 9 de diciembre de 2009
La Tradición
La Transmisión es una de las palabras fundamentales de la Masonería. Se nos presenta como un deber inexcusable, una de las finalidades específicas de la Orden. Como ocurre con la mayor frecuencia, le compete a cada masón (es algo intrínseco a nuestro método) descubrir qué es aquello que está obligado a transmitir, cómo debe transmitirlo y, sobre todo, a quién debe transmitirlo.
En primera instancia, la transmisión tiene que ver con la perpetuación de la vida; pero también, por extensión, con la perpetuación en el tiempo, a través de una cadena de transmisión humana, de una idea o de un comportamiento determinado. ¿Qué sentido cobra entonces la transmisión en la Masonería? Un masón no debe conformarse con cualquier respuesta a esta cuestión, con una idea vaga; pues requiere de una reflexión para encontrar y dar el sentido correcto a la palabras y a las ideas.
La Orden Masónica halla su fundamento en una Tradición, que contiene y da expresión a lo esencial de la vida iniciática y en particular a cuanto concierne al papel y al lugar del hombre en el universo. La Tradición no es “la Verdad”, objeto de la búsqueda de los masones. La Tradición es, simplemente, la búsqueda de una respuesta para la pregunta primera que ya debió plantearse el hombre al convertirse en sapiens-sapiens : “¿Quién soy? ¿Por qué estoy aquí?”.
La Tradición es obra de los hombres, lo que quizás no resulte demasiado gratificante para algunos de ellos. Pero una Tradición es algo muy diferente a lo que solemos llamar “las tradiciones”. La Tradición es original, fundacional; las tradiciones contienen y expresan las creencias de un grupo determinado y son generadas por ese mismo grupo; dependen de la existencia de éste, son contingentes. A la misma pregunta, única, constante y universal, se ha dado una diversidad de respuestas de diferente naturaleza y de ellas han surgido las distintas religiones y, en consecuencia, las civilizaciones. En Occidente, la respuesta más frecuente ha recurrido a la verdad revelada y al correspondiente teísmo. Otras posibles respuestas se apoyan en postulados metafísicos y espiritualistas acompañados de todo un sistema moral y del comportamiento y de las implicaciones que de él caben deducirse.
En la Orden Masónica los diferentes Ritos se prefiguran en función de las tradiciones a las que están asociados, todas ellas interpretaciones específicas de una misma Tradición primera y sus diferencias atañen también al modo en que son puestas en práctica. La propia Orden es la responsable de la Tradición fundacional, cuyo olvido o modificación supondría una desnaturalización del pensamiento masónico en su conjunto y afectaría incluso al sentido mismo de nuestro compromiso con él. La primera responsabilidad de la Orden consiste, pues, en asegurar la transmisión de la Tradición, expresión del fundamento de nuestro empeño y camino iniciático, de la doble naturaleza del hombre –espíritu y materia-, y de la necesidad absoluta que éste tiene de restablecer el equilibrio entre ambas naturalezas, si quiere cumplir su proyecto de transformación de la humanidad.
Pero si la Orden es la responsable de la Tradición, esto no implica que la haya recibido en depósito oficial ni que sea su propietaria exclusiva. En caso contrario no nos hallaríamos muy lejos de una forma de revelación, acontecimiento totalmente antinómico con el hecho masónico. La masonería es una propuesta que se hace a los hombres para que encuentren el sentido de sus vidas y nunca ningún masón ha pretendido que se trate de la única respuesta posible o de la única solución imaginable; es una vía entre otras, aunque su coherencia y sobre todo las perspectivas que ofrece le confieren un atractivo innegable.
La Masonería ha heredado un método que, a través de los siglos, se ha ido enriqueciendo con cierto número de procedimientos, de maneras de ser que ya le son propios y que suponen un modo de llevar a la práctica una metodología iniciática universal. El conjunto constituido por la búsqueda de respuesta a la cuestión existencial, más todas las implicaciones derivadas de esa misma búsqueda –incluyendo elementos comportamentales- es lo que se denomina por extensión como “Tradición masónica”.
La Tradición de la que la Orden es depositaria ha sido elaborada a partir de una interpretación propia de la Tradición primera, de una lectura específica de ella, y de la tradición humanística de la que se reclama el pensamiento occidental, con una mirada particular que nace de una sensibilidad también particular. Quienes nos adherimos a la Masonería lo hacemos por afinidad con esta visión de la naturaleza del hombre y de su misión existencial; una visión con la que nos identificamos con precisión y que nos identifica, una visión de la que nuestra Orden es depositaria y responsable, una visión que la misma Orden ha construido. No hay en ella presencia alguna de la revelación: son los hombres, armados sólo de su inteligencia, de su “espíritu” y su incoercible necesidad de saber, quienes han formulado las etapas de esta búsqueda destinada a conjugar su angustia vital. Para el hombre que ingresa en la Masonería, aquél que comienza a hacerse preguntas y, evidentemente, a imaginar las respuestas sobre la naturaleza de sus mismos aspectos constitutivos, se produce una especie de revelación a partir de este acceso a la conciencia de sí mismo: la revelación de la idea.
Esta Tradición, que constituye el alma y el corazón de la Masonería, es lo que debe ser transmitido. Sin embargo, debemos tomar conciencia de que dicha transmisión sólo puede realizarse en el tiempo, en el largo plazo, no en el espacio de una sola vida sino a escala de todo el género humano. Para que pueda llegar a convertirse un día en una realidad para todos los hombres, es necesario que esta Tradición permanezca inmutable a través del espacio y del tiempo; por tanto, es necesario que sea transmitida en toda su integridad y su autenticidad. Y tal es la misión de nuestra Orden.
Para asumir su elevada misión, a partir del principio anteriormente insinuado (“sólo lo vivo transmite y sólo lo vivo puede ser transmitido”), la Orden masónica hace vivir la Tradición en los seres gracias a la vivencia de los principios masónicos. Al dotarlos de vida, la Masonería logra que esos principios puedan ser transmitidos ya que “estar vivo” es la única condición indefectible para la transmisión.
La Masonería, por sí misma, no transmite nada: forma hombres, iniciados en la vivencia de sus principios y son estos hombres quienes, a su vez, los transmitirán a otros hombres formando una cadena de iniciados que, ésta sí, asegura y garantiza la transmisión. No hay que confundir el principio fundador y el mensaje que contiene en su seno (mensaje que, a pesar de las vicisitudes de la Historia, debe mantenerse vivo y atravesar el tiempo) con los procedimientos de formación del hombre en tanto instrumento de la transmisión. Son procedimientos idénticos en su esencia pero contingentes en su forma. La Masonería suscita y construye hombres que darán vida a los principios al vivenciarlos, y así lograrán transmitirlos. Sin la acción de tales hombres la Masonería sería letra muerta, una mera curiosidad intelectual.
Es esta la Tradición que estamos obligados a transmitir como mensaje a todos los hombres de buena voluntad.
El deber de la ejemplaridad.
La cuestión no es, pues, la de saber qué se ha de transmitir, sino cómo podemos transmitirlo. Hoy, los masones dejamos a nuestros sucesores unos trazos e indicios muy concretos: escritos, rituales, procedimientos.., lo que los masones operativos denominaban un “saber hacer”.
Todo eso es muy útil e importante, pero no es suficiente; porque, a pesar de todas nuestras precauciones, ese “saber hacer”, ese método, se perderían o se desviarían si no alcanzamos a transmitir su razón de ser. El conjunto de nuestra Tradición no puede resumirse o traducirse a unos cuantos discursos, palabras o escritos. Ser masón es un estado, una manera de pensar y de vivir. El método adecuado para transmitir esta esencia es simple. De hecho, sólo hay uno: vivir. Vivir la Masonería en todo cuanto implica. Lo que da forma a eso que conocemos como “ejemplaridad”: Seremos creídos sólo si somos creíbles; seremos respetados sólo si somos respetables.
Esta forma de transmisión, la “ejemplaridad”, es la primera y más importante de todas. Sin ella, sin los comportamientos que implica, todo resulta una simple ilusión. Cualquiera que sean nuestros principios y teorías, no serán sino letra muerta si no los practicamos, si no los vivimos.
Cada masón está llamado a transmitir la Masonería viva. Y la transmitirá siendo él mismo Masonería, pues los masones no somos, ni individual ni colectivamente, más que transmisores, ejemplos vivos. Nuestros comportamientos son los responsables de la supervivencia de la Orden.
Transmitir, si, pero… ¿trasmitir a quién? Si dijéramos que a todos los hombres, diríamos una profunda verdad. Sin embrago, tal respuesta ha de ser convenientemente modulada.
A los Hermanos masones, en primer lugar, además de los principios que constituyen lo que podríamos denominar “la gran idea”, hay que transmitirles el método, los usos y costumbres, los comportamientos, los procedimientos y el vocabulario de la Orden. Esta transmisión intenta explicar el sentido profundo y la razón de ser de nuestra manera de actuar y de comportarnos; y las razones que nos llevan a adoptarlas. En una palabra, debemos explicarles la Masonería, instruirlos en Masonería. Depende de nosotros que se conviertan en buenos masones, pues la naturaleza y la calidad de nuestros discursos son con la mayor frecuencia determinantes en la evolución de los demás. A ojos de los Hermanos, de todos los Hermanos, somos enseñantes; pero enseñantes que no enseñan lo esencial y que son conscientes de la imposibilidad de hacerlo. Ayudamos, señalamos el camino, rectificamos… pero cada uno ha de recorrer su propio camino.
En segundo lugar, en lo concerniente a los profanos, nuestro papel no es el mismo; no podemos, evidentemente, mostrar la Masonería de la misma manera. Por definición, los arcanos de la Orden, el detalle de sus procedimientos, debe permanecer en el secreto reservado sólo a los masones. Hemos jurado no revelarlos. El secreto es el fundamento mismo del método, del descubrimiento de sí mismo conforme se va progresando. Revelar este secreto abiertamente, sin ninguna precaución, supondría la negación misma de nuestro sistema.
Como contrapartida, se puede decir algunas cosas, mostrar cuál es nuestro ideal, expresar nuestros principios, recordarlos o proclamarlos, dirigirnos a lo que hay de más elevado en cada persona.
Todo esto quiere decir, una vez más, que la transmisión no puede existir ni cumplirse si no es por medio de la ejemplaridad.
Cualquiera que sea la calidad o la elevación de nuestros discursos, si las palabras no están de acuerdo con los actos no servirán de nada. Logramos transmitir cuando somos precisamente aquello que queremos transmitir, “mostrándolo” antes que “diciéndolo”. Sin excluir por ello, obviamente, el decir: Hay que decir, decir incansablemente… y mostrar, y poner al alcance de los ojos. Esta ejemplaridad debe ejercerse en todos los dominios. No se pueden mantener dos actitudes diferentes según se trate con masones o con profanos, pues no hay más que una actitud posible: ser conforme a los propios principios.
Se puede por tanto afirmar que es necesario transmitir y que de ello depende la supervivencia de la especie, la pervivencia del espíritu; que no podemos elegir, que estamos ante una necesidad vital. Al igual que transmitimos la vida biológica debemos transmitir la del espíritu, de manera que ambos, armoniosamente equilibrados, avancen a un mismo ritmo, que es la condición esencial para la realización del progreso de la humanidad.
Debemos transmitir nuestra Tradición, nuestra visión del hombre, de su papel y de su lugar en el mundo, debemos transmitir el espíritu. A la pregunta: “¿según qué método de transmisión?” sólo hay una posible respuesta: siendo ejemplares, encarnando los principios que queremos transmitir.
Y debemos transmitir a todos los hombres sin ninguna restricción, por cuanto somos universales.
Debemos transmitir un mensaje único en el espacio y en el tiempo. En el espacio, esto es, en toda la superficie de la tierra, y en el tiempo, es decir, a todas las generaciones futuras. Y en eso consiste nuestra misión.”
martes, 1 de diciembre de 2009
La Masonería de Marca en España
Integrado por 21 Logias de Maestros Masones de Marca y 12 Logias de Nautas del Arca Real, el Distrito de España de la Gran Logia de Maestros Masones de Marca de Inglaterra, Gales y sus Logias y Distritos de Ultramar, es una de las principales Obediencias Masónicas presentes en el panorama masónico español.
Con más de 150 años de existencia, este grado "colateral" del sistema masónico inglés centra su simbolismo en el lado más operativo de la construcción. El Maestro Masón debe realizar una obra con la cual obtiene su salario y recompensa. Previamente, el candidato al "adelanto" debe escoger su marca, única en el registro de su Logia, que utilizará para que su trabajo sea reconocido.
La leyenda del grado se sitúa a continuación de la desaparición del Maestro Hiram, siendo las obras dirigidas por su sucesor Adoniram. Para muchos masones, la Masonería de Marca permite entender mejor el Segundo Grado así como comprender muchas de las referencias hirámicas de la masonería "azul" que se hayan en los rituales de los tres primeros grados.
Otra peculiaridad de esta Orden son los llamados "token" o fichas, que sirven para que los obreros reciban su paga por las obras realizadas, siendo el Primer Vigilante el encargado de esta función. Las Logias suelen contar con tokens con su diseño personalizado.
En Madrid trabajan las logias Arquímedes 1684 y Madrid 1722
Antiguos documentos masónicos. Introducción a la historia de la francmasonería
Antiguos documentos masónicos. Introducción a la historia de la francmasonería
Corral Baciero, Manuel y Encinas Moral, Ángel Luis
ISBN:978-84-7813-351-2
Numero de páginas:368
Formato:17x24
Precio: 26 €
miércoles, 14 de octubre de 2009
EL SANTO ARCO REAL, Walter Wilmshurst
Autor: Walter Leslie Wilmshurst
Traductor: Alberto Moreno Moreno
Título: El Santo Arco Real de Jerusalén
Colección: Serie Azul
1ª edición, 2009 (PDF)
ISBN: 978-84-937392-2-5
Páginas: 112
masonica.es es una entidad privada, no sujeta a ninguna Obediencia en particular, que trabaja al servicio de todas aquellas personas interesadas en la francmasonería, bien como miembros de la misma, por inquietud intelectual o por razones de estudio e investigación.
domingo, 11 de octubre de 2009
Craft and Royal Arch Legends
The main thesis of this paper is easily stated. The contention is that in seeking to solve some of the long-standing questions relating to our Craft and Royal Arch legends we have been too limited in looking for answers by considering only material relating to the stone building trade. When we accept the fact that Carpenters and joiners, as well as other trades, were also considered ‘Masons true’ we begin to uncover possible new solutions. The main secret is solved when we realise why we were originally thought of as ‘Noachidae’ or ‘children of Noah’.
Yet if the thesis is simple to state, its unravelling and proof may not be so easy to present. This is because we need to overcome four hurdles:
1. We need a redefinition of terms, e.g. ‘Master ‘or ‘Mason’, that have acquired an identity that seems to be almost ‘set in stone’;
2. We have to reconsider some existing views that might be regarded as already beyond debate; e.g. pre-1717 traditions are irrelevant;
3. We shall have to admit some new facts, such as Tudor wall-paintings, that may seem, at first, interesting but inappropriate or unnecessary;
4. We have therefore to unpick a skein of ravelled threads that would seem to defy the efforts of even the most patient student.
In the face of such a series of obstacles it would seem that the best course to adopt is to surrender at once and concede defeat. Whilst the obvious choice for any unwelcome intruder is to let sleeping dogs lie there are times when the prize sought by the intruder is so worthwhile that all caution has to be thrown to the winds and the danger from the dogs — or is it in this case the critics? — has to be endured. This, I believe, is one of those occasions. It is time, once more to engage with six questions that have battered at the doors of any self-respecting English Masonic historian. What we seek is the solution to these issues:
* What does the Graham Ms. contribute to our English Freemasonry?
* What is the likely basis of the 3º Hiram legend?
* What did Dr Anderson intend by calling Masons Noachidae?
* What is the real place and point of the Ark Mariner degree?
* Where does the emphasis on Babylon come from?
* Where did the Josiah legend originate and where does it fit?
In what follows I adopt a line of argument; based on evidence, that seeks not only to answer these questions satisfactorily but even shows that they are all interrelated. To start this argument I begin with a vivid personal experience of an aspect of architectural history.
In the summer of 1997 I took part in what have been a regular series of lectures and activities organised by the Chancellor of York Minster. Their purpose was to reveal to the public some of the history and features that belong to that: church’s long-standing fabric. The item which specially caught my imagination: was a conducted visit to the Minster’s Chapter House, including what is known as the Masons’s Chamber and above it the timber scaffolding that supports the roof of this ancient meeting place. (Fig. 1)
Fig. 1 The Chapter House itself deserves a special study. It was first completed about 1260. This is one of the most remarkable pieces of early medieval carpentry in Britain and is still standing intact. There is a model of the roof structure, the work of R. Littlewood, inside the Chapter House, Fig. 3.
As you visit these locations you acquire one abiding impression — the intimate connection of the carpenters’ skills with those of the stonemasons. The Masons’s Chamber was the room in which the designs for the constituent items of stonework were drawn on the floor by the Master Architect and the outlines of some of them are still extant. Hanging from the roof beams are the rows upon rows of wooden templates which guided the stone carvers in the task of thus fashioning the stones for vaulting ribs and window embrasures, for stall canopies and the pedestals or heading of pillars, for ridges and gables — and it is relevant here to point out that a term then used for a gable-end was a ‘chevron’. All these items of the stonemason craft thus depended for their correct completion; on the no less skilful designs for those wooden outlines executed by the carpenters on the Master Architect’s instructions. You can imagine the room being a hive of activity.
You then again mount the winding stairs and, on reaching the summit of the stairway, step into an octagonal area. Soaring up above your head is an array of massive beams, each great timber shaped and gently tapered to meet its companions in the pointed space that marks the pinnacle of the Chapter House roof whilst on the equally well chamfered and pegged cross beams there are laid the waterproofing lead sheets above which the tiles create the outer shell. (Fig. 2 & 3) Here, in one of the most complex and impressive displays of carpentry and joinery in the whole of Europe, you see the very skeleton and foundation that enables the stonework beneath to remain dry, stable and secure. Nor is that all. From the very apex of the roof there descends a central wooden pillar, like the main mast of an old-time sailing ship, and as thick, but composed of three lengths of timber since one alone could not take the strain. This great bastion of wood plunges to the very base and foundations of the whole building, giving it immense poise and anchorage. You realise, as you may never have realized before, that here is the inner reality of this medieval erection — an inseparable union of at least two great trades so as to produce this marvel of the York Chapter House. The masons and carpenters are seen to have been working hand in hand.
Chapter House interior
Fig. 2 The Chapter House inside.
Chapter House roof structure
Fig. 3 The model shows the timber structure above the ceiling.
It is because we have so often overlooked or forgotten this partnership in the operative period of our Crafts that it may come as something of a shock to be reminded that our forebears did not make that mistake. A Dublin Memorandum of 1597 records "That we, the company of carpinders, maysons, joiners and millers hath consulted and agreed amongst ourselves" OR to certify a wall’s height at the Tower of London it was done in the presence of William de Ramsey, chief mason and William de Hurley, chief carpenter. In the History of the Carpenters Company of London by Jasper Ridley (1995) one notes how many times in the 15th and 16th centuries the masons and the carpenters were summoned or charged by the Mayor and Corporation to act together. (see e.g. pp.23, 32, 35 and Fig. no. 4).
Fig. 4. Craftsmen: carpenter, gardener, forester, and various trades.
French mid-15th century.
That this was the case despite the fact that the Masons and the Carpenters had their separate Charters, Guild halls and forms of livery is singular and significant. What is no less striking is the clear similarity in the forms of their heraldic arms: the Carpenters having three dividers or compasses around an engrailed ‘chevron’ (fig. no. 5), whilst the Masons had three castles or towers around a similarly engrailed chevron on which a pair of compasses is displayed (Fig. no. 6). What is even more singular is that on an earlier form of the Carpenter’s arms we see the central chevron bearing a working square and what looks remarkably like a primitive skirret with its string (fig. no. 7). That suggests that symbolically these two trades seem very inter-connected indeed.
Fig. 5 Carpenters’ Company seal
Fig. 6 Masons’ Company seal
Fig. 7 A version of the Carpenters’ Arms (Coll. Arms Vincent, “Two Ears of Wheat”, c.1530)
Ridley gives another most telling example of the closeness of the trades when he describes the preparations that had to be made for the encounter in France of Henry VIII and Francis I. They met at what has ever since been known as ‘The Cloth of Gold’, not least because of the ornate golden pavilion erected by Humphrey Coke, the English King’s Master Carpenter. This structure had a stone base, l2ft high brick walls with wooden superstructure and canvas awnings. The great chamber was 124 feet long, 42 feet wide and 30 feet high and was flanked by a dining room, drawing room and chapel plus a cellar for 3,000 bottles of expensive wine. It can thus be seen that Coke commandeered the skills of not only those who worked in stone and wood but of bricklayers and tent makers.
It is precisely that kind of interrelation that is reflected in the first sets of Constitutions of the premier Grand Lodge of the Free and Accepted or Speculative Masons of London and Westminster in 1722/23, compiled by the celebrated Dr James Anderson. He first states there:
Jabal found out Geometry and he divided Flocks of Sheep and Lands; be first built a House of Stone and Timber… and there was a King called Hiram who loved well King Solomon, and he gave him timber for the work.
Then, in case anyone might miss the inference that not only ‘stone’ workers could be considered ‘Masons’ Anderson added this passage in the following year:
for then always, Masons, above all other Artists, were the Favourites of the Eminent, and became necessary for their grand Undertakings in any sort of Materials, not only in Stone, Brick, Timber, Plaister; but even in Cloth or Skins, or whatever was used for Tents, and for the various sorts of Architecture.
Nor should it be forgot, that Painters also, and Statuaries, were always recon’d good Masons, much as Builders, Stonecutters, Bricklayers, Carpenters, Joiners, Upholders or Tent-Makers, and a vast many other Craftsman that could be nam’d, who perform according to Geometry, and the Rules of Building; though none since HIRAM ABIF has been renown’d for cunning in all parts of Masonry.
If then we can be assured that to the new kind of Speculative Masons at least, the Carpenters were regarded as within the sphere of Geometric Masonry it is hardly surprising that in the Masons’ legendary history there should appear the stories that were associated with the allied trades. In the Constitutions of 1723 we read the following:
at length NOAH, the ninth from Seth, was commanded and directed of God to build the great Ark, which though of wood, was certainly fabricated by Geometry, and according to the Rules of Masonry.
NOAH, and his three Sons, JAPHET, SHEM AND HAM, all masons true, brought with them over the Flood the Traditions and Arts of the Ante-deluvians (sic)…
The story of how those ‘traditions and arts’ were so transmitted had already been told in the 1722 edition of the Constitutions so this was merely an amplification of that account.
That the story of Noah and his family’s involvement with the Ark was especially connected with the craft of the medieval Carpenters is underlined by two facts. The first one has now been revealed afresh by Jasper Ridsley’s book — where he reproduces the four wall paintings of the 16th century (c. 1545) which were later plastered over and only discovered in Carpenters Hall: during its mid 19th-century restoration. As can be seen (Fig. no. 8) the first of these paintings shows the Patriarch Noah in prayer before the Almighty with his hat removed whilst his three sons are busily at work on the vessel. (And note also the ‘ladder’ or flight of steps leading up to the Lord in glory, which is surely reminiscent of a 1st Degree Tracing Board feature.) This, on the walls of the Carpenters’ official meeting place in London, confirms the craft association and we shall see other connections shortly.
Fig. 8. Noah and the Building of the Ark (now disintegrated). Tudor wall paintings: in 1845, workmen in the Hall uncovered a wall painting. Artist Frederick William Fairholt (1818-1866) made sketches and a full size fascimile of these murals.
The second fact concerns the choice of plays in the Mystery cycles held in many towns of England from the 14th to the late 16th century. What we know here is that in Chester, Newcastle and York the Noah play, or some part of it was claimed by the naval Carpenters or Shipwrights because it involved the construction of an actual wooden hull, thus advertising their trade skill. The Carpenters themselves in York and Chester undertook the play of the Resurrection. In this play Christ rises up from a wooden coffin in which he is supposed to have been laid in the tomb. The link between this incident and the story well known to us as 3º Freemasons hardly needs any comment especially when you consider some of our oldest extant 3º Tracing cloths (Fig. nos. 9 & 10).
Figs. 9 & 10. Third-Degree Tracing Boards
Yet even this evidence is not all that we have to work on. There are at least three more matters that merit our attention.
The next common factor between the two trades was the choice of a common patron. This was the Virgin Mary, the mother of Jesus. For the Masons the choice seemed self-evident. Jesus was the chief cornerstone of the Temple and the keystone of its arch. Mary was symbolically known as the ‘temple’ from which the glory of the Lord emerged and therefore, as the mother of Jesus it was natural that she should be chosen by those who brought forth shapes from stone. The fact that she was also referred to by medieval writers as ‘a tower’, and that that symbol appeared on the Masons’ coat of arms, further cemented the link.
For the Carpenters no less the fact that Mary was both the wife of a carpenter, Joseph, and the mother of Jesus who was thought to have served an apprenticeship and been trained in this craft, made her choice as the Patron of these woodworkers abundantly obvious. Indeed, another of the Tudor, wall-paintings in Carpenters’ Hall (Fig. no. 11) shows Mary (without a halo), Jesus as a child apprentice (but with a halo) learning which timber pieces to select, and Joseph as a Master Carpenter with hat, wand, robe and gloves just like a Master of the Stonemasons of the time. That the Master and Wardens of the Carpenters Company had such hats is revealed by another of Jasper Ridley’s photographs showing the actual head gear worn from the Tudor period. (Fig. no. 12).
Fig. 11 Christ in Carpenter’s Shop
Fig. 12 Tudor hats, resemblance with Knight Templar hat
When it is further recognised that because of this common patronal dedication the two crafts would share the same holy-days (or holidays, when apprentices were freed from labour), and the same religious and legendary traditions, the connection between the Masons and the Carpenters appears even stronger.
There is also something else. The guilds had secondary patrons who were saints and their particular plays were presented in even earlier days than the Corpus Christi performances. For the Masons these patrons were the two Saints John whilst the Carpenters honoured St. Lawrence. Jasper Ridley informs us that the election date of a Master of the Carpenters was originally St. Lawrence’s day and that was also the occasion for performing a play associated with the Saint. It is not possible to enter here into a full description of the story of this distinctive character but one of the intriguing symbolic facts in his play was that before being put to death by being broiled alive on a squared gridiron (the very shape of Philip. II’s Escorial Palace near Madrid which was also dedicated to this Saint) the gestures adopted in the play are all based on squares. Thus when the Saint stood before his accusers he had his arms akimbo, that is, the hands on the hips and the arms at right angles from the body, and when he gave assent to any question he turned his right hand over to the front and extended it at right angles to his body. That is why Freemasons to this day give their assent in this fashion. This ancient practice of a Carpenter saint has been ‘retained’ even in our current speculative Masonic system.
It would seem therefore that at the very outset of the development of our ritual and legend, following the establishment of the premier Grand Lodge in London in 1717, there was a double source of material from which to draw. The Brethren who devised the ceremonies: that were to become the pattern of 18th-century practice in England could avail themselves not simply of those traditional echoes that connected the new ‘Craft’ with stonemasons but with those of the timber- working carpenters as well. What more natural then that in the formation of our l8th-century Masonic practice there should be two legend sources relating to the very fundamentals of the Bible story.
The first of these was the story recounted by Anderson in his 1722 Constitutions, of the preservation and transmission of the Seven Liberal Arts and Sciences of mankind by the creation and protection of two great pillars that linked Adam, via Lamech, to Hermes and the period after the Flood. It will, I think, be helpful if we remind ourselves of some of the story as it was first recorded:
Lamech… had two wives, the one called Ada the other Zilla; by Ada he begat two sons, Jabal, and Jubal; by Zilia he had one Son called Tubalcain, and a Daughter called Naamah. These four children found the beginning of all Crafts in the world… Tubalcain found out the Smith’s Trade or Craft, also of Gold, Silver, Copper, Iron and Steel. And these Children did write these sciences, that they had found, on two Pillars of Stone, that they might be found after that GOD had taken vengeance; the one was Marble, that would not burn, the other was Latress, that would not drown in Water…
It is noteworthy that there is an immediate difference about the substances which formed the pillars though the introduction of the term, ‘stone’ obviously attempted to claim them as of relevance to Stonemasons.
This legend was to pass through many variations but was eventually enshrined in the Lecture attached to our usual Second Degree where we read:
These pillars were formed hollow, the better to serve as archives for Masonry, and therein were, deposited the Constitutional rolls. They were made of brass. (NB: — not now for Arts and Sciences, nor of stone.)
It is also noteworthy that we retain as the password from the 2nd Degree the name ‘Tubalcain’ that creates a link with the older tradition and emphasizes the place of the other crafts within Masonry.
The second legend was related to the former since it was based on the place of Noah and his descendants in the preservation of the ‘true secrets’ of the Craft. Following on the passage quoted earlier about Noah in the 1723 Constitutions we read that Noah and his sons
amply communicated them (the Arts and Sciences) to their growing Offspring; for about 101 Years after the Flood we find a vast number of ’em, if not the whole Race of Noah, in the Vale of Shinar… afterwards known by the names of CHALDEES and MAGI, who preserved the good Science, Geometry, as the KINGS and great Men encouraged the Royal Art. But it is not expedient to speak more plain of the Premises, except in a formed Lodge…
This italicised sentence indicates that what we have here is not simply a form of historical record but part of what was already called ‘ritual’ or the form of words employed in Lodge ceremonies.
It is precisely because we now find ourselves caught up in this core of Masonic activity, the ritual that identifies and distinguishes Freemasonry from other forms of social association and intercourse, that we need to re-examine an acknowledged early ritual document that not only highlights the story of Noah and his sons but attaches to them practices having very strong similarities to what has been, from the 18th century, a principal facet of what we call ‘Free and Accepted Masonry’.
The document is called the Graham Manuscript and its date is ambiguously recorded as 1 7 2 6, which might be 1726 or 1672. Whilst it is likely that no firm conclusion can be reached as to which is the most correct date it can at least be asserted that qualified and expert examination of the writing in the original document has put on it a late 17th-century provenance and we certainly know that 1726 is the latest date by which it could have been transcribed. Moreover Bro. Herbert Poole, who first drew the attention of the Masonic world to the Graham Ms., gave it a his considered opinion that the Noah story was known to the Craft "in its amplest form at least 21 years before the formation of the (premier) Grand Lodge." That would make it contemporary with the very period in which something like our forms of Speculative Masonic practice were being assembled. What is of especial interest is that this form of ‘ritual story’ was either discontinued, forgotten or suppressed and only re-emerged, apparently by chance, some 50 years ago. Why that should have happened in 1937 is an intriguing matter in itself but not immediately relevant to our present study.
What is certainly relevant is the fact that we have here the story of Noah, the keeper of the secrets of the 7 Liberal Arts and Sciences, declaring that the disclosure of those secrets can only take place when three are present (a treble voice) but dying before he has made those secrets known.. An attempt is made by the three sons to raise their father, and with F.P.O.F., so that the secrets in his grave might be discovered, but without success, and the search for the desired goal is indicated as being by yet other means. The closeness of this story to the subsequent ‘ritual’ of the 3º cannot be ignored and since we have no other extant material to explain where the ‘Hiram legend’ of post-1726 came from it is worth investigating further the possible link between the Graham Ms. text and its later counterpart.
If what I have said in the first part of this paper has any viability at all then there would have been a perfectly natural place for a story based on the Scriptures and regarding Noah, his sons, their ‘secret inheritance’, and a manner revealing and transmitting that inheritance to be part of early Masonic practice. It would not only be fitting — it would be more than likely. When, moreover, we find that even as late as 1738 another form of the Grand Lodge Constitutions has a direct reference to Masons as Noachidac or ,’Sons of Noah’ the recognition that a Noachic approach to the new form of Speculative Craft was normal and acceptable has to be acknowledged. Though I shall refer later to what more may be said about this term ‘Noachidac’ its persistence at this date means that at least up to this time some association between ‘Masons’, using this term in its widest sense, and the Noah story or legend, was perceived. The Graham Ms. gives shape and reality to that association.
Whilst it would be excessive to quote at length from this Masonic source, and the full text is available to all those needing it in Vol. 80 of the Ars Quatuor Coronatorum (1967), it will be useful if we consider briefly the style of the document and then make three comments on the main content which has a relevance for the theme of this paper. I fully appreciate that this may at first seem to be using the document to support a thesis already decided on, but I hope that by looking at the actual text the comments that follow may help to dispel any suggestion of this kind of post hoc reasoning.
What strikes one at once when confronted by the Graham MS is that this looks like a document for use in a lodge rather than a literary production for private perusal. It has obvious links with what are called the Old Charges and following a commentary made in 1967 (AQC 80, p.100) Harry Carr wrote this:
It seems highly probable that the Graham collection of legends were indeed an inherited tradition and not the invention of the man who transcribed them… Collectively (i.e. with the Old Charges) they seem to represent a separate store of Craftlore originally unconnected with its ritual practices, but available for adoption into the ritual when necessity arose or opportunity offered.
It is noteworthy that neither Harry Carr nor anyone else in 1967 can suggest where that store of Craft lore came from. Yet that these legends now seem to have begun to be used for ritual is confirmed by the Introduction to the MS, which seeks to ascertain that the person who is to benefit by its contents is a bona fide Free & Accepted Mason. I quote:
The Sailutation is as follows
from whence came you — I came from a right worshipfull Lodge of Masters and fellows… who doth greet all true and perfect brothers of our holy secrets so do I you if I finde you to be one…
How shall I know you are a free Mason…
How were you made a free mason... etc.
These and the subsequent questions and answers, all in the form of an early catechism, underline the antiquity of the shape and the content of this manuscript but suggest that we are still very much at the outset of our English 18th-century ritual journey. Let us, however, reflect on the main feature of the rest of the manuscript.
The first observation has to be that what is most striking is that there are shown to be three stages to full Masonic knowledge. These are connected with Noah, Moses and Solomon. It is hardly a coincidence that all these stages involve a close connection between workers in stone and timber. Noah, we see, inherits the stone pillars of ‘secret’ knowledge that will, like his wooden Ark, survive the Flood, whilst his offspring, the Babillonians (sic), construct their mighty tower.
Bazalliell, the craftsman chosen by Moses, appears as the creator of another wooden Ark that is to be the salvation symbol of the later desert-wandering descendants of Noah and which is lodged within a ‘tent’ of wood and canvas with the two great ‘stone’ pillars at the entrance.
Solomon then appears and erects his more permanent House for the Lord with its stone walls and pillars but cedar panelled chambers and especially a gilded sanctum for the same wooden Ark of the Covenant. The union of the two great Crafts of carpentry and stone-building could not be more dramatically displayed.
The second observation has to be that these very stages are retained in the traditional ‘histories’ recorded by Anderson and we are thus confirmed in the view that Anderson was not fantasising when he said in 1738, "Masons were first known as Noachidac". He might just have been recording the death-knell of old Carpenter legends as part of the mainstream progress of English Speculative Masonry but he was at least signaling an era of legend evolution that forms part of our heritage. That the Noachic aspect of our Masonic culture did so diminish is remarkably parallel led by other artistic trends. I have just read this passage in a novel of 1989 (Julian Barnes: History of the World in 10½ Chapters, p.137f.):
For the first dozen or more Christian centuries the Ark (usually represented as a mere box or sarcophagus to indicate that Noah’s salvation was a pre-(de)monstration of Christ’s escape from his sepulchre) appears widely in illuminated manuscripts; stained glass windows, cathedral sculpture. Noah was a very popular fellow… But where are the great paintings, the famous images that these are leading up to? The Ark eventually reaches the horizon, and disappears over it. In Poussin’s “The Deluge” (early 18th century) the ship is nowhere to be seen. Old Noah has sailed out of art history.
The third observation therefore has to be a question. Why did Noah, his sons and their offspring begin to do the same in Masonic legend and ritual? Let us here consider what Bro. Harvey, the author of the AQC article of 1967, has to say:
… in the early years of Grand Lodge, roughly 1722 to 1725, Desaguliers and his friends thought it convenient to reshape what they considered arresting in the ritual — apparently Graham’s legends or something like them. For practical reasons they kept the Pillars then fashioned the remaining salient features into a dramatic fidelity legend. To gain coherence, all the action was brought to Jerusalem, home of the Pillars degree. Hiram the widow’s son and Bezaleel merged easily into a single character. The main problem lay with the quest for substituted secrets and in the transformation of dead Noah into living Hiram. But this invention should not have given well-read men much trouble.
(p.85/86)
With all that I can agree but one question still persists Why did they do it that way round and not make the central theme one based on Noah? Because they were theologically and culturally well-read I think it was because they knew the Noah tradition was not a stonemasons’ tradition, because the Noah tradition had a long-standing connection with a resurrection of Christ motif, and because it also had strong links with Nimrod and the Tower of Babel, and the ‘occult’ associations of Ham. To shift the story to a less well-known, half-son of Israel must have solved a lot of difficulties at one stroke. But it shows how very valuable and helpful the Graham form of legend was.
Bro. Bathurst, however, has another telling comment:
What is very strange is that Noah, Bezaleel, and the Warden’s Wicket, (all features of the Graham story) having been consigned to oblivion did not stay there. Men who can hardly have ever heard of Thomas Graham dug them up again, years later, as the basis of additional ceremonies." (p.91, AQC 80) That is where the degree of Royal Ark Mariner comes in and why its first protagonists in the latter 18th century claimed for it an ancestry of a century earlier that has hitherto been regarded as both excessive and even ludicrous — a judgement that may now have to be reassessed. What is also interesting is that in the earliest forms of the Ark degree it was not just the story of Noah’s Ark that was told but the erection and then dismantling of the Tower of Babel. Anderson’s reference to Masons as ‘Noachidae’ was not simply harking back to an early tradition. As a ‘basis of that natural religion’ on which all Masons can agree he is here suggesting that we are those who accept the Noachite Laws as our standard. (See my Arch and The Rainbow — p.353) Whilst to clinch the persisting influence of the Noah tradition in our English Craft it was his dove that replaced the Sun and Moon or figures of Hermes — Rosicrucian emblems — on the Deacons’ wands after the union of’ 1813. The legend of the Carpenters is thus still woven into the Stonemasons’ working.
Only one more aspect of this thesis remains to be tackled. As the secrets promised in the Graham Ms. still remained hidden despite being once disclosed by Bezaleel to the two Princes of Alban — and about this name I believe much more is soon going to be revealed — so there had to be a new way of recovering and revealing them to the complete Master. That required new forms of older legends. Dr. Oliver showed that the Rainbow symbol formed part of an early Royal Arch ceremony and as the Tower of Babel fell, and communication faltered between the builders, so it was from Babel, or Babylon, that the restoration of the edifice that contained the secrets had to come. Bezaleel with the Mosaic ‘Ark’ also had to figure as did the rediscovery of the true "Word" of the Almighty from under the Temple. It will surely not surprise you if I tell you that another picture from Tudor times that adorned the Carpenters Hall shows King Josiah instructing his people to rebuild the Temple in Jerusalem (Fig. no. 13). Why, we wonder, was the Josiah story part of the Royal Arch story in early York Masonry as it is still the core of the Irish Royal Arch ceremony to this day? May I suggest that just as the Carpenters’, other legends and paintings influenced the stories in our Craft degrees so too they had their effect on the development of another ritual stage.
Fig. 13. King Josiah gives instructions for rebuilding of the Temple in Jerusalem
There is much more that could and should be said. What are we to deduce, e.g. from the fact that all the figures in these biblical wall-paintings all wear contemporary dress? But I must stop and rest my case. I submit that another whole strand in the great tapestry of our origins has at last revealed itself.
© Neville Barker Cryer, 2000
viernes, 9 de octubre de 2009
LA PIEDRA ANGULAR
La tradición cristiana, de la que la francmasonería es una de las formas (esotéricas) más esenciales, adjudica mucha importancia a la piedra angular y a su simbolismo. Lo esencial de esta tradición reposa en la frase siguiente: "La piedra rechazada por aquellos que construían se ha convertido en la piedra principal del ángulo". San Bernardo, hablando de la construcción del templo cristiano y de la sacralización (construcción y sacralización realmente efectuadas por los francmasones constructores de iglesias, detentores del secreto técnico y el secreto iniciático) exclamaba:
"Es necesario que se cumplan en nosotros en forma espiritual los ritos de que
materialmente han sido objeto esas murallas. Lo que los obispos han hecho en este
edificio visible, es lo que Jesucristo, el pontífice de los bienes futuros,
realiza cada día en nosotros de manera invisible... Nosotros entraremos en la
morada que la mano del hombre no ha elevado, en la eterna morada de los cielos.
Ella se construye con piedras vivas, que son los ángeles y los hombres... Las
piedras de este edificio están adheridas y unidas por cemento doble, el
conocimiento perfecto y el amor perfecto".
El simbolismo de la piedra angular es uno de los más difíciles para estudiar porque, voluntariamente o no, los autores lo confunden con el de la piedra fundamental, a causa del célebre Evangelio según San Mateo:
"Tú eres Pedro, y sobre esta piedra yo edificaré mi iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella".
Se sigue de esto, sobre el plano cristiano, una confusión bastante molesta entre Pedro y Cristo, que es la piedra angular y no la piedra de la fundación del edificio. Jean Hani, en su interesante pero apresurado libro sobre "Le Symbolisme du Temple Chrétien", ha caído en esta confusión como muchos otros autores. Escribe en efecto:
"Todo el ciclo cristiano se desarrolla en tres actos.
Primer acto: Cristo viene a la tierra a colocar la "primera piedra" o piedra de fundación que, en resumen, es Él mismo.
Segundo acto: el edificio será terminado por la colocación de la verdadera piedra angular o clave de bóveda. Entonces todo el edificio sufrirá la transmutación gloriosa: las piedras se tornarán preciosas y resplandecientes, penetradas por la irradiación del oro divino que es su sustancia interior, y la ciudad celeste aparecerá en todo su esplendor...". Jean Hani, en su lirismo un tanto "sentimental", simplemente ha olvidado el texto tan importante de San Pablo:
"Sois un edificio construido sobre el fundamento de los apóstoles y los profetas, siendo Jesucristo mismo la principal piedra del ángulo (sumo angulari lapide) en que todo edificio construido y ligado en todas sus partes se eleva como un templo consagrado al Señor, por quien vosotros habéis entrado en su estructura para ser la morada de Dios en el Espíritu".
Se tendrá una excelente representación figurativa de lo que es realmente la "piedra angular" refiriéndose al manuscrito de Munich titulado "Speculum humanae Salvationis", donde se puede advertir a "dos masones que sostienen una cuchara en una mano y en la otra levantan la piedra que ellos se aprestan a colocar en la cima de un edificio (aparentemente la torre de una iglesia que esta piedra debe completar).
Hay que observar, a propósito de esta figura, que la piedra de que se trata, en tanto que clave de bóveda, o en toda otra función similar según la estructura del edificio que ella está destinada a "coronar", no puede, por su forma misma, ser colocada sino en lo alto (sin lo cual, por lo demás, es evidente que ella podría caer en el interior del edificio); así pues, ella representa de alguna manera la "piedra descendida del cielo", expresión que se aplica exactamente al escrito, y que recuerda también la piedra del Grial (Lapsit exillis de Wolfram d'Ejschenbach, que puede interpretarse como Lapis ex caelis)... esta misma ilustración muestra la piedra bajo el aspecto de un objeto en forma de diamante, lo que la aproxima aún a la piedra del Grial, puesto que ésta es igualmente descrita como tallada en facetas".
René Guénon ha observado con justicia que la "piedra angular", "tomada en su verdadero sentido de piedra "de la cima", es designada, a la vez, en inglés como keystone, como capstone (que se halla también escrita capestone) y como copestone (o copingstone)". Capstone deriva, en efecto, del latín caput (cabeza), "lo que nos lleva a la designación de esta piedra como la "cabeza del ángulo"; es la piedra que "remata" o "corona" un edificio; es también un capitel, que es asimismo el "coronamiento" de una columna".
Terminamos de hablar de "acabamiento", y las dos palabras cap y chef son, en verdad, etimológicamente idénticas; capstone es, pues, la cabeza (chef) de un edificio o de la "obra", y en razón de su forma especial que requiere para tallarla conocimientos o aptitudes particulares, ella es también, al mismo tiempo, un chef d'oeuvre (obra maestra) en el sentido que la expresión tenía para los compañeros; "es la pieza por la cual el edificio queda completamente terminado, o, en otros términos, es llevado por fin a su perfección".
A la luz de lo que acabamos de informar, nos parece oportuno colocar ante los ojos de nuestros lectores lo que escribió en 1723 Anderson: "Finalmente, vosotros deberéis observar todas estas obligaciones, y también aquellas que os serán comunicadas de otra manera; cultivar el amor fraternal, el fundamento y la clave de arco, la base y la gloria de esta antigua confraternidad...", lo que denota en él un conocimiento más profundo del esoterismo masónico que el que a menudo se pretende atribuirle.
La clave de bóveda, la piedra angular, se adorna, en Notre-Dame del Fuerte en Etampes (Seine-et- Oise), con la imagen de los Cuatro Coronados, lo que subraya aún los vínculos existentes entre los francmasones iniciados y la tradición cristiana. A veces, la piedra angular no existe. Entonces, por encima del crucero se halla el occulum (el ojo de Dios), el orificio por donde la iglesia recibe la luz y cuya equivalencia se encuentra en la atalaya de los barcos, en la construcción de la cual se exigían ritos de consagración semejantes a los utilizados para la consagración de las iglesias.
En las logias masónicas, el occulum, clave de bóveda del templo a construir, está simbolizado por la plomada, instrumento de los hombres de oficio, que pende del techo y en medio del taller. Es decir, que la piedra angular es uno de los símbolos más interesantes tanto de la masonería operativa como de la masonería especulativa; aun sería necesario establecer la distinción primordial existente entre el "carré long" (cuadrado largo), representación de la logia, y la clave de bóveda o el occulum, circular, que simboliza la tierra y el cielo, lo que corresponde a dos estados iniciáticos diferentes: los de la Square Masonry (masonería del cuadrado) y la Arch Masonry (masonería de la bóveda) "que por sus relaciones respectivas con la tierra y el cielo o con las partes del edificio que las representan (la forma cuadrada, parte inferior del templo, y la bóveda o semiesfera) aparecen aquí en relación con los "pequeños misterios" y los "grandes misterios".
Ella prueba con evidencia que la masonería azul (o de los tres primeros grados) equivale a la iniciación basada sobre el oficio de constructor, mientras que la masonería llamada de los altos grados, prolongación obligatoria de aquella, desemboca en una iniciación de orden diferente y más profundo, pero que no podría realizarse sin la pertenencia a los tres primeros grados masónicos.
Jean Palou
"EL simbolismo Masónico"